Aproximadamente 2 meses y medio antes de la prohibición de kitesurf…

Te pone en situación, te hace sentir pequeño, te estremece y te golpea. Enseña humildad. Me reconforta. Me sirve de ayuda y escape. Siempre estará ahí. Constantemente imbatible e inmensa. Es ella.
Perfecta es ella, la mar.

Salí del agua tosiendo, aturdido, cegado por la luz del sol de Sitges más clara que nunca.
Olas por doquier seguían batiendo la orilla y en el mar solo quedaba uno.
Solo puede quedar uno.
Eso dicen los lobos de mar y radicales después de haberlo dado todo en el agua con más de 40 nudos.
Tenía los ojos rojos en agonía y los labios pelados del sol. La mandíbula dolorida de la tensión constante de hacía unos instantes. El tacto de la arena en los dedos de los pies me hizo sentir de nuevo a salvo. Solo me sentía bien en el agua.
A lo lejos el mar de plata brillaba en todo su esplendor y surcando la ola más perfecta que haya visto en el spot,” Waterman “, así le llamaban sus amigos, se aferraba a su botavara haciendo lo imposible por retornar a la orilla.

“¿Por qué arriesgas tanto?” pregunté. Y contestó: “Por aquellos que creen que no pueden “ Nos dimos un abrazo y chocamos las manos con la piel reseca de post pandemia y salitre. Descansamos y volvimos a salir de nuevo con el viento en nuestras velas y sin mirar atrás. 35 nudos constantes de levante y con olas de 4 metros delante de nosotros pero con el total compromiso de volver a poner nuestros pies en la arena de la orilla del Náutic y la mirada en un futuro prometedor.

 

Robert Monclús