Vikingos

El barco Vikingo había sido encontrado en la orilla de la playa hacía ya unos días pero todavía seguía allí encallado. Se veía tan antiguo que las autoridades todavía no se habían atrevido a tocarlo, esperaban la llegada de los especialistas. Mientras tanto, a las autoridades locales les había sido asignada una nueva tarea, la vigilancia las veinticuatro horas de día de aquel nuevo souvenir. Algunos del pueblo bajábamos cada día a observarlo. Ver la cara de resignación de los vigilantes con sus pies hundidos en la fina arena, aguantando el frío y la humedad del invierno no parecía muy divertido, pero observar aquel enorme barco de madera varado en nuestra playa era extraordinario.

Enseguida me había puesto a investigar en internet comprobando que el pueblo vikingo había existido mucho tiempo atrás y además procedía de las tierras del norte a miles de kilómetros de aquí, por ese motivo no podía imaginar como un objeto milenario y de aguas tan lejanas hubiera podido llegar hasta nuestro mar mediterráneo en el presente actual. Era como un viaje en el tiempo.

No pude dejar de establecer un paralelismo inverso entre mi vida y aquel suceso. ¿Qué ocurriría si pudiera volver a un lugar del pasado siendo como soy ahora?. Entonces volvió a mi memoria aquel día en el que decidí rechazar un trabajo en las Naciones Unidas porque estaba enamorada de Gerard y, en aquel entonces, dispuesta a sacrificar mi vida entera por él.

Aquel barco había surcado mares, conocido a otras personas, existido en otra cultura y vivido un sinfín de aventuras. Sin embargo yo allí estaba, en el mismo lugar en el que nací y divorciada porque mi ex había decidido que como mujer, a partir de cierta edad ya no era lo suficientemente femenina ni atractiva. Ni siquiera tuvo en cuenta que los partos de mis dos hijos y su crianza quizás hubieran influido un poco en mi silueta actual y también dejó mirarse al espejo para evitar reflexionar sobre la evidencia de que aquel cabello negro azabache del que tanto había presumido en su juventud, se había ido convirtiendo en un prácticamente escaso pelo canoso.

Me imaginé a aquel barco surcando los mares en busca de crueles guerras y actitudes poco empáticas, y aunque yo no me identificaba con esa idea, sí que me hubiera gustado haber luchado más, no por conservar a mi ex sino por haber sido yo la que lo abandonara, no por una versión más joven de él sino por un sueño, ése que me hubiera permitido recorrer el mundo y superar las adversidades, donde la adrenalina fuera mi medicina diaria y donde yo controlara los vientos y tempestades adversas con la dirección del timón y el total control de las velas de la embarcación. Donde de pie sobre la proa observara el deseado futuro al que me dirigía y desde la popa, mirando al infinito, me sintiera orgullosa de todas las vivencias que dejaba atrás.

Aquel extraño suceso había despertado en mi algo dormido que llevaba tanto tiempo así que ya no recordaba que existía. Bajar cada día a la playa era ir despertando poco a poco de aquel largo letargo. Aquella mañana me dirigí, como había hecho los últimos días, a observar aquella reminiscencia histórica que tanto misterio inspiraba pero para mi sorpresa, un montón de gente se hacinaba allí mismo aquel día. Me hizo sospechar que algo había cambiado, rápidamente me dirigí hacia la multitud y apartando bruscamente a la gente conseguí desesperadamente llegar a primera fila. Me puse las manos en la cabeza, ¡no!─ grité. El barco ya no estaba, pero intuía que no se lo habían llevado a ningún museo del que quizás había escapado, pues todavía humeaba la hoguera sobre la arena y algunos restos de vieja madera yacían calcinados sobre ella. Era evidente lo que había sucedido. Mis sospechas quedaron constatadas cuando vi esposado a uno de los guardias nocturnos encargados de vigilar el barco. La noche había sido fría y seguramente su falta de cultura histórica le había hecho infravalorar el objeto por el que estaba velando.

Aquellas brasas me hicieron reflexionar y darme cuenta que podrían ser las de mi pasado y que ahora era libre de volver a fabricar un nuevo barco con rumbo a otro lugar, pero todavía era madre, tenía una hipoteca y cierta edad, así que decidí empezar poco a poco para poder embarcarme hacia una nueva vida, motivo por el que mi primera decisión fue apuntarme a un curso de vela, pues ¿cómo iba sino a surcar esos mares de la vida y poder controlar el viento adverso que se me avecinaba si no empezaba por el inicio?

Silvia Gascón Tudela